“Había dos niños que patinaban sobre una laguna congelada.
Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. Cuando
de pronto el hielo se revienta y uno de los niños cae al agua.
El otro niño viendo que su amigo se ahogaba debajo del hielo,
toma una piedra y empieza a golpear con todas su fuerzas hasta que logra
quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido
se preguntaron ¿Cómo lo hizo? El hielo es muy grueso, es imposible que lo haya
podido quebrar con esa piedra y sus manos tan pequeñas.
En ese instante un anciano dijo: “yo sé cómo lo hizo” ¿Cómo?
Le preguntaron al anciano y él contestó: No había nadie a su alrededor para
decirle que no podía hacerlo.”
(Albert Einstein).
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“Es tan
jodido enfrentarse al dolor. Sentimos la punzada del dolor y decimos “es culpa
de
ella, o de
él, o culpa mía, o culpa de mi padre, o culpa de mi madre, o culpa de Dios...”Y
tratamos de
zafarnos... ¡y todo sucede en un segundo!, ¡sentimos dolor...juzgamos! ¡Fuera
ese dolor!
Luchamos contra el dolor como si fuera a destruirnos cuando en realidad, si lo
aceptamos,
lo que hará será curarnos”.
(Samuel
Shem, 1997. Monte Miseria)
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Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosismo.
Y cogerlo y tenerlo yo
en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
En su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces, le conteste
la nueva criatura que tú eras.
(Pedro Salinas,)